Hola a todos,

Desde la zona de las ruinas Anasazi, rodamos hacia el norte para cruzar una parte del segundo Desierto de Sal más grande del continente americano, los Bonneville Salt Flats, que por estar cerca (a unos 110km) una ciudad adaptò su nombre a ese desierto, Salt Lake City. Al recorrerlo me diò un Dejà Vù ya que fue idéntico a estar rodando por el Salar de Uyuni, ubicado al sur de Bolivia, y que ès uno de mis sitios favoritos en el mundo. El sonido y la sensación que producen los cauchos al pisar los bordes de sal con formas geométricas, a medida que avanzamos era el mismo. Lo único diferente a lo ya experimentado en Uyuni, fue que estaba lloviendo, primero de manera intermitente y al par de horas, de manera torrencial. Como la superficie salina no es tan permeable como la tierra, se forma un pichaque de agua salada que en nada beneficia a la carrocería de los vehículos si el tránsito por estos sitios es constante. En el caso nuestro, se soluciona con darle una buena lavada por debajo apenas se salga del salar. Antes de que se desatara la tormenta, la intención que teníamos era la de acampar en ese Blanco Mistico, y le digo asi porque de noche la luz de la luna o incluso de las estrellas hace que el piso brille, dándole un matiz de ensueño a las noches de luna llena, que induce a meditar (en mi caso) y en otras personas, a pensar en los “Hermanos Mayores”. El punto es que acampar en esos sitios es algo, Singular!.

Estaba yo en las labores de armar el campamento, cuando comienza a arreciar la lluvia y a formarse el pichaque. Como dentro de la carpa Anaconda no entra ni una gota, me sentí tranquilo, hasta que escuché la voz de Ricardo diciendo…..se está mojando todo aquí adentro!! Serà que me voy pa`rriba contigo? En ese momento resonó en mi mente el recuerdo de esos laargos 8 dìas compartiendo habitación con èl en Houston, cuando tenía que acomodarme dos almohadas para taparme los oídos a fin de no escuchar sus ronquidos y poder conciliar el sueño. Pensándolo bien, mejor desarmamos campamento y nos vamos, le grito desde arriba para asegurarme que me escuche en medio de la lluvia y el viento, y antes de que comenzara a treparse por las escaleras. Esa fue una idea que no estuvo para nada agradable. Con esa tormenta y el frio de 8grds que hacía, cuando terminamos de acomodar todo de nuevo en la Montero, ambos parecíamos unos pollos mojados y congelados.

Tardó un buen rato, mientras rodábamos hacia la carretera más cercana, para que nos estabilizáramos con la ayuda de la calefacción. Nos paramos en una estación de servicio a reponer combustible, donde para sorpresa nuestra, había una manguera con la que podíamos lavar la Montero por debajo. Terminada esa labor y estando completamente mojado de nuevo, le digo a Ricardo, sabes qué? Le vamos a dar de una, hacia el Death Valley. Y esta vez, fue a él a quién le vino un mal recuerdo. Son 870km y son las 9pm, o sea que de nuevo me toca dormir sentado? Sip, creo que es eso lo que va a pasar. Dicho y hecho. Amanecimos en el Death Valley, y Ricardo con los ojos hinchados y la cara como si algo le pasó por encima. Por lo menos, ya no se queja tanto, solo atina a decir que, Esto así no es vida!

El Death Valley es una extensión desértica de unos 400km de largo donde actualmente no hay nada y a finales 1800, durante la fiebre del oro, se establecieron varios poblados mineros que al agotarse los filones se convirtieron en lo que son hoy, Pueblos Fantasmas. Conseguimos varios a lo largo de la ruta que seguimos. Existe una carretera que lo recorre de norte a sur, pero a mí no me gusta andar por asfalto si existen caminos viejos de tierra o de piedras que nos puedan llevar a parajes remotos, donde tiene tiempo que nadie pasa por allí, donde estás solo, contigo mismo! Pero claro está, que te tiene que gustar, estar solo y lejos de todo. Y a Ricardo le produce un sentimiento de incomodidad el sentir que no hay nadie en decenas de km alrededor y para colmo, en un sitio plagado de serpientes y alimañas. En un momento dado, reí a carcajadas cuando, estando los dos dentro de la Montero, le señalo un bicho raro pero bastante grande de tamaño (era una especie de escarabajo inmenso) que se había posado en el capot de la camioneta, él mientras ponía cara de asombro al verlo, simultáneamente y sin dejar de verlo, presionaba el mando para subir el vidrio de su lado. En otra ocasión, estaba al lado de la camioneta haciéndome una toma de video cuando vio que otro bicho grande caminaba hacia la Montero, me dejó con las palabras en la boca y corrió a meterse en la camioneta. Vámonos de aquí que la toma está lista, me dice mientras se revisaba las mangas de la camisa para ver si cargaba algún “pasajero” extra.

Acampamos tres veces en esa desolación, en dos de ellas logré contagiarle el gusto por cocinar una pasta (es una de las dos o tres cosas que se cocinar, lo demás me queda crudo o quemado) y mientras se espera que esté lista la cena se conversa de temas banales. Voy a hacer esto con mi novia cuando vuelva a P.Fijo, la verdad es que si tiene su encanto esto de estar así al aire libre.

Nos metimos en un cañón, que durante la época de lluvias es el cauce de un rio, y por primera vez en tantos años recorriendo parajes inhóspitos me encontré maravillado por poder circular con un vehículo por el medio de un cañón que ha sido esculpido durante millones de años por las aguas de un rio que nace y muere por temporadas. Encontramos varios pueblos fantasmas y restos de instalaciones mineras. Nunca dejo de asómbrame por la capacidad de adaptación del ser humano cuando, por interés material o motivación propia, logran “vivir” en lugares tan “perdidos en la nada” donde no pueden cultivar nada y donde el agua solo existe si hay lluvia.

En un punto en medio de la nada hicimos una toma de muestra del lubricante para la prueba de campo, mediante una pequeña bomba de succión. Hemos testado la fortaleza de las Lap Top de Lenovo, que siguen funcionado perfectamente no obstante la cantidad de polvo y altas vibraciones. Y sobre todo, me sigue asombrando la robustez de este vehículo, que hace unos días se trepaba por las rocas y ahora vuela en estos caminos de roca y tierra sin mostrar signos de cansancio..

Al final del Death Valley nos encontramos con una carretera que se une a una autopista que conduce a una ciudad tan brillante cuyo resplandor se ve a 90km de distancia (y créanme que no estoy exagerando). Hemos llegado a Las Vegas, la verdadera ciudad que jamás duerme. Les enviamos esta bitácora y nos conectaremos de nuevo desde México.

Espero que les gusten las fotos. De ser así, déjenos sus comentarios en un mensaje que nos llegarà directamente.

Abrazoss
Rui Mendes
Camarografo: Ricardo Perez

La Expedición Mesoamérica 2010 es posible gracias al apoyo de sus patrocinantes: 

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